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Quise empezar poniéndote esta imagen que nos representa a muchos de nosotros. La resistencia al cambio es algo que lo tenemos todos los seres humanos de este planeta. Nos gusta saber todo, acomodar «todas las cosas» a nuestra rutina. Eso es nuestra zona de confort. Todo lo que conocemos, dominamos, hablamos y actuamos.
Esta conocida «zona de confort» nos hace actuar de tal forma, que a veces, cuando alguien propone el cambio, lo matamos como en la foto. No quizás «literalmente», pero si con nuestras palabras y acciones.
Y a pesar que seamos abiertos, siempre hay en nosotros esa vocesita que te dice: «no cambies», «así estás bien», «mejor quedate cómo estás»… o mi favorita: ¿para qué te vas a estresar?
Sin embargo hoy quiero compartirte mi experiencia de lo que me sucedió cuando mataron mi zona de confort.
Empecemos…
Todo inició, cuando empecé a trabajar en una compañía multinacional. Estaba logrando mi sueño de trabajar en una de las empresas que siempre soñe. Empecé desde abajo, haciendo amigos y compañeros. Como dicen los gringos, «I worked my way up», y ascendí a una gerencia importante en la compañía.
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Todo estaba a mi favor, como si estuviera manejando un barco 🚤y el mar estuviera calmado 🌊y el sol brillando a más no poder🌞. Sin embargo, en el camino surgió una oportunidad de irme a una empresa hermana de la compañía. Iba a tener un mejor salario, horario más tranquilo, una oficina más grande, etc. Todo pintaba a favor. Sin embargo llegué y las cosas no resultaron como esperaba.
El ambiente laboral de esa empresa era, como decimos en El Salvador, «compadre hablado». Todo mundo «hacía favores» y no se respetaba el profesionalismo y reglamentos estipulados. Como soy hijo de un militar, me enseñaron la disciplina desde pequeño. No sentía bien hacerle favores a la gente cuando me lo pidiera, algo en mí me decía que no estaba bien.
Así que renuncié, le dije a mi esposa que ya no podía seguir y renuncié. Poco fue mi sorpresa que a los días siguientes la despidieron a ella de su trabajo. ¿Y ahora? ¿Qué vamos a hacer? Con nuestros hijos aún en el colegio, ¿qué hacemos?.
Lo siguiente…
Busqué trabajo en la empresa que había dejado y a los pocos meses estaba de regreso. Estaba feliz de regresar a otro departamento, pero haciendo lo que me gustaba. 🛫
Llegué a tener un puesto alto, contacto directo con la Junta Directiva, tenía mi propio horario, etc. Solo tenía que esperar 10 años y estaría listo para mi jubilación. Disfrutar con la familia, viajar cuando se pudiera, y estar tranquilo. En mi zona de confort.
Tiempo después, pasó lo inesperado. Me despidieron. Recuerdo que me dijeron que agradecían mi colaboración y tantos años dedicados a la empresa, pero que la compañía había decidido poner a alguien nuevo. Más joven y obviamente (no me lo dijeron, pero lo supuse), que cobrara más barato.
Volvía nuevamente al dilema, ¿qué voy a hacer? ¿me vuelvo a emplear? ¿quién me va a querer dar trabajo si solo me faltan 10 años para jubilarme?.
Convirtiéndome en empresario.
Bueno, decidí convertirme en empresario. Ser mi propio jefe y al día siguiente de mi despido, registré la marca de mi empresa. Estaba determinado que todo iba a marchar bien, como aquel pensamiento del barco que tuve hace unos años. Sin embargo, los meses siguientes se vieron algo así:
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No salía ningún cliente. Pero era porque no lo estaba buscando. Quería que el negocio llegara a mi puerta y no hacer nada. Sin embargo, me dí cuenta que si seguía así, el paso que seguía era ir a buscar trabajo. Y por eso decidí realizar cosas diferentes, para obtener resultados diferentes.
Tiempo después conocí al CEO de DQS Centroamérica, quien me dió la oportunidad de ser auditor líder en varias normas. Empecé a tener mis primeros clientes, ser facilitador de FEPADE, quienes después se convirtieron en clientes de mi empresa. ¡Fuimos la primera organización en Latinoamérica en apoyarles a certificarse en la norma ISO 29990!. Un gran logro en solo poco años de existencia de PROCEM Consultores.
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Pero haciendo acciones diferentes, fue lo que me llevó al éxito. Tenía que quitarme la gorra de empleado y ponerme la de empresario. Aprender a ser asistente, vendedor, financiero y mercadólogo. Aprender que el negocio llega, pero si mantienes una relación cercana con tus clientes.
No es lo mismo ser empresario, que ser emprendedor…
Antes de finalizar, quiero compartirte esta enseñanza a tí, que estás pensando emprender. Hay una gran diferencia entre ser empresario y emprendedor.
Un emprendedor, es aquel que tiene una idea de un producto o servicio, o ambos, y la echa a andar. Generalmente, estos productos son novedosos y hacen un boom en el mercado. Por otra parte un empresario, es aquel que si tiene un producto o servicio que también puede ser un boom, pero que a la vez, piensa en su organización como un todo. Vive, respira y se mueve por su negocio. No solo es el dueño de la compañía;,es el de contabilidad, finanzas, mercadeo, planeación estratégica, etc. Cuando eres empresario, siempre tienes a tu empresa contigo. En cualquier reunión que asistas o moderes. Siempre hablaras de tu empresa, porque te has enamorado de tu nuevo negocio.
Por eso te propongo que seas empresario. Está bien si tienes una idea que será un boom. Pero conviértete en un empresario y mata tu zona de confort. No esperes que otros lo hagan por ti. Si algo en tu vida, en cualquier aspecto, no te llena, cámbialo. Dios nos ha dado la libertad y la capacidad de tomar decisiones y estoy seguro que puedes hacerlo.
Si necesitas ayuda para poner tu negocio, te invito a que nos contactes, tenemos un servicio para todos los emprendedores y ayudarlos a convertirse en empresarios. Abajo en el vídeo te dejo más información.
¡Gracias por leerme y quedo a tus órdenes!
Escrito por: Carlos A. López | Gerente General PROCEM Consultores